INICIO
BIOGRAFÍA
PUBLICACIONES
PREMIOS
PERIODISMO
CRÍTICA
AFICIONES
FOTOS
CONTACTO
 

 

 

periodismo

 

 

A mediados de los años ochenta, en la época más dura de la guerra interna, cuando el Perú se encontraba en jaque continuo a causa de Sendero Luminoso, conseguí que me enviaran como corresponsal a Ayacucho, donde se libraban los más fuertes enfrentamientos. Yo era editor de la sección cultural de la revista Oiga y, luego de varios años de desempeñar esa tarea, me sentía aburrido y con ganas de probar otra cosa, así que me ofrecí como voluntario. Quería vivir el periodismo de una manera más intensa. Y así fue, aunque también resultó una experiencia muy dramática entrar en contacto directo con la población inocente que se debatía en medio de la lucha entre las fuerzas del orden y las huestes subversivas. Años después llevé a cabo misiones similares en Sarajevo, durante la guerra de Bosnia, y en el frente del río Cenepa, cuando la guerra entre el Perú y Ecuador.

De aquellas experiencias, la peor fue la del conflicto yugoslavo. Era invierno y había toneladas de nieve y se hablaba una lengua que no era la mía. Todo era nuevo para mí y mi corazón bombeaba aceleradamente. Nunca he sentido tanta descarga de adrenalina y llegué a pensar que la guerra podía convertirse en una droga más poderosa que cualquier otra. Quizá eso explica que haya periodistas que ya no pueden prescindir de ella, aunque sepan que la muerte se encuentre a la vuelta de la esquina. Sarajevo estaba plagada de corresponsales de todo el mundo y fue decepcionante comprobar que había muchos aventureros y oportunistas entre ellos. En cierto modo, yo también había ido allí atraído por el desafío y no pude evitar sentirme algo culpable. A fin de cuentas, era un privilegiado. Mientras que yo podía abandonar la ciudad sitiada cuando quisiera, sus habitantes corrían el riesgo de morir en ella.

 

 

ARTÍCULOS

Jazz
Sonny Rollins, el indómito


Fotografía
Robert Capa:
En la línea de fuego

Cine
John Huston:
La leyenda del cineasta
indomable

Literatura
¿Quién se atreve a leer
a Blanchot?


Julio Ramón Riberyro:
El dragón de Baden-Baden

J. D. Salinger,
El escritor oculto


Fitzgerald y Hemingway:
Historia de un
combate literario

El excéntrico e insólito
barón Corvo